Los samaritanos que dan alimento a más de 100 personas al día en Santa Tecla

Los voluntarios de la posada Santa María, en Santa Tecla, preparan más de 250 platos de comida al día y los sirven a todo aquel que no tenga techo, que sufra abandono, que viva en las calles, que padezca una adicción o que sencillamente tenga hambre.

Algunos de los voluntarios de la Posada Santa Maria son jóvenes que buscan ayudar de forma desinteresada. Foto EDH/ Jonathan Tobias

Por Jonathan Tobías Mar 28, 2019- 06:44

Un portón negro en la cuadra contigua a la parroquia Inmaculada Concepción de Santa Tecla da la bienvenida a propios y extraños. No aparenta ser un lugar importante pero para decenas de personas sí lo es. De hecho, ese edificio de ladrillo, sin pintura, se ha convertido en un alivio para los más pobres y necesitados.

Desde las seis de la mañana, una fila de personas espera a que el portón se abra. Adentro, un jardín central ilumina el espacio. Unas 20 mesas esperan a sus comensales, cada una con seis sillas disponibles. En punto de las seis y media, las puertas se abren. Los primeros en llegar lavan sus manos y son ubicados en los lugares vacíos, en pocos minutos el lugar está repleto. Entonces, desde el fondo, en donde se ubican las cocinas, la comida empieza a ser repartida.

Al día, en la Posada Santa María, más de 100 personas reciben un plato de comida caliente. Son indigentes, excluidos, olvidados. No es extraño ver a algunos con sus ropas y zapatos desgastados. Otros cargan en sus hombros una mochila, como si solo fueran de paso. Mujeres llegan con niños uniformados para la escuela. Hay ancianos que viven solos en las calles de la ciudad. Hay adictos y reformados, aquellos que nadie ve.

Consciente de estas grandes necesidades, hace once años, Monseñor Rogelio Esquivel, el anterior párroco de la iglesia Inmaculada Concepción de Santa Tecla, decidió crear el proyecto que se convertiría en un método de evangelización. El clérigo estaba convencido que además de sustento físico, ellos ofrecerían sustento espiritual, que es el acercamiento a Dios. Antes de consumir sus alimentos, todos oran sin importar sus doctrinas o creencias religiosas.

El sucesor de Monseñor Esquivel es Leopoldo Antonio Sosa, el actual sacerdote a cargo de la Iglesia Inmaculada Concepción. Él es quien consiguió ampliar la labor de la posada durante los tres años que ha estado a cargo. “Algo que nos representa es que se les sirve a los pobres con dignidad”, expresó el religioso con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

El párroco calcula que los voluntarios de Santa María preparan alrededor de siete mil platos de comida al mes. Eso es más de 250 platos al día. Sirven dos tiempos: a las seis de la mañana y a las cuatro y media de la tarde. El único día que no trabajan es el domingo.

Muchos voluntarios que fundaron el proyecto todavía continúan sirviendo en la posada. Foto EDH/ Jonathan Tobias

“Lo que hace la posada Santa Maria es muy bueno porque es caridad para nosotros los más necesitados“, reconoce Amparo Guzmán, de 63 años, de pie, en la fila para ser ubicada en el comedor. “Este lugar se ha convertido en nuestra esperanza y fe porque, sin importar nuestra condición, recibimos una comida digna y todos la merecemos”, reflexiona Juan Gómez, de 49 años, sentado y a la espera de su plato.

Es la misma feligresía de la parroquia Inmaculada Concepción quien se encarga de las compras, mantener limpio el comedor, ordenar, cocinar y finalmente servir. “Me siento bien desde hace dos años realizando este trabajo porque es un aprendizaje, ayudar a las demás personas sin esperar nada a cambio”, afirma Henry Villatoro, uno de los voluntarios del colectivo.

El costo diario de cada plato se estima en un dólar con ochenta centavos. Eso implica que, por día, la cocina de Santa María necesita contar con al menos $540 para funcionar. Eso se traduce en un coste mensual que supera los $10 mil para conseguir suplir las necesidades de todos los que llegan en busca de un plato de comida. Casi nunca lo consiguen.

Los recursos para que la obra funcione provienen de varias fuentes: las principales son una recaudación mensual que se recolecta durante la celebración de la misa dominical y a través de donaciones  que reciben de personas altruistas , otras fundaciones y hasta la empresa privada. Todos quedan impresionados por el proyecto, incluso personas fuera de las fronteras de El Salvador.  

Así comenzó todo

Fue en 2008 cuando la Posada Santa María comenzó con su labor de alimentar a todo aquel que tuviera hambre. Al principio, eran solo 20 o 30 las personas que acudían a recibir su plato de comida; sin embargo, la feligresía comenzó a difundir la noticia del lugar y su causa. Lo hacían en reuniones religiosas y durante la misa. De pronto, el número comenzó a incrementar hasta las actuales 150 personas que llegan en cada tiempo. A veces más, a veces menos.

“Yo me di cuenta que aquí regalaban comida por medio de otras personas que, al igual que yo, duermen en la calle”, relata Ana Flores, de 49 años. “Vengo a la posada porque soy sola, no tengo hijos que me mantengan, ni casa donde vivir. Me toca andar en la calle recogiendo latas de los basureros para venderlas”, añade Amparo Guzmán.

En Santa María predican con el mensaje que no importa la fe, condición social o ideología de las personas que los visiten, porque “la necesidad no tiene color político ni religioso. La Palabra de Dios nos dice: Haz el bien y no mires a quien”, concluye el padre Leopoldo con satisfacción en su tono. Añade que en la posada se ayuda a todo el que lo requiera.

A pesar de la ayuda, Santa María también tiene necesidades como utensilios para servir la comida y artículos de limpieza. También agradecen cualquier otro tipo de ayuda para alcanzar los recursos mensuales y poder seguir funcionando. Su proyecto a corto plazo es remodelar sillas y mesas para brindar una mejor atención a quienes llegan a diario. Para cualquier ayuda, ponen a disposición el siguiente número: 2213-4900.